PROGRAMACIÓN NEUROLINGÜÍSTICA: ESTOY EN EVIDENCIA, ENGAÑAR TIENE SU CIENCIA – PARTE 3

HIDROXICLOROQUINA PARA SACAR TUS VIRUS MENTALES

En las entregas anteriores abordamos los supuestos teóricos de la PNL, su falta de sustento y la manera “generosa” con la que toman prestados conceptos de distintas ciencias para armar su propio y pseudocientífico bricolaje. 

Ya te adelantamos que la PNL podía terminar con esta locura del COVIDA-20, perdón COVID-19, curar el cáncer y garantizarte llegar a ser une genie, ahora vamos a explicarte cómo. Para esto, la PNL se pone a la cabeza de la lucha contra los “virus mentales”. Para esta pseudociencia, mientras las computadoras están programadas para elegir la mejor opción de respuesta utilizando criterios estadísticos, las personas estaríamos programadas para elegir la mejor respuesta siguiendo nuestro instinto de supervivencia o éxito (que aparentemente son lo mismo). Sin embargo, esto no siempre funciona así porque, al igual que con las computadoras, “nuestros sistemas nerviosos son perfectamente susceptibles de ser infectados y dañados por los virus mentales” (Dilts 2003: 230). Entonces, si bien habría redes mentales que deberían activarse para garantizar nuestro éxito/supervivencia, muchas veces se ven bloqueadas por estos virus. 

Concretamente, para la PNL un virus mental es “una creencia o un pensamiento concreto susceptible de generar confusión o conflicto” (Dilts 2003: 231). Estos virus serían instalados en nuestra cabeza por personas que respetamos (madres, padres, tutores, docentes, médiques o instituciones) cuando realizan afirmaciones o nos presentan estímulos (no necesariamente verbales) a los que damos valor y sentimos la necesidad de honrar. Estas instalaciones podrían producirse muy tempranamente, algunos sostienen que entre el nacimiento y los 7 años, otros que hasta los 12, hay quienes sostienen que pueden ser incluso prenatales (producto de los pensamientos y sentimientos de la persona gestante), pero también podrían instalarse en la adultez (Dilts 2003). Nada muy específico. Para variar.

GIF realizado a partir del video del 40 Teleseminario Eliminando los Virus Mentales con PNL parte 1

Los virus mentales podrían tener consecuencias tanto a nivel neuronal como en la vida cotidiana de las personas. Los bloqueos podrían inhabilitar el uso de las redes neuronales “correctas”, llegando incluso a generar su desaparición por falta de uso. Además, estos virus mentales, que aparentemente se hacen más fuertes cuando la persona que los instaló se muere (R.I.P.), de acuerdo con Weissman (2007), pueden ser de cuatro tipos: (i) detonantes (trigger thoughts viruses), cuando se asocia una experiencia pasada desagradable con algún estímulo y cuando este se nos presenta no podemos abstraernos de esos sentimientos; (ii) limitantes, que nos hacen pensar que nuestras posibilidades de éxito tienen límites; (iii) asesinos; y finalmente (iv) virus géminis. Todos estos virus mentales podrían desde generar problemas para manejar la economía personal, hacernos obeses e incluso producirnos cáncer. Sin embargo, recordemos que con nuestros pensamientos podemos programar nuestros genes y ser más sanes. Una vez identificados esos virus mentales a partir del trabajo con une profesional de la PNL, podemos “reprogramarnos”

¿Cómo? Varía. 

Desde terapias de hipnosis y 21 noches de susurrarles a niñes con “problemas” por 20 minutos (una vez que ingresaron en el ciclo REM de sueño, obvio) que “tienen que hacer la tarea y limpiar su cuarto”, hasta viajes mentales al pasado reconstruyendo la escena donde se generó el virus mental para reemplazarlo por algo más copado. 

Fuente: Constance Bannister 

Rogá que tu virus mental no se haya generado durante el parto, porque reconstruir esa escena para reemplazarla por otra más copada por ahí es difícil. Bah, con el nivel de violencia obstétrica que hay en este mundo, tal vez no sea tan complicado. 

PARÉNTESIS: ¿SER EXITOSE ES VERDADERAMENTE UN ÉXITO?

Si los “virus mentales” obstaculizan nuestra carrera al éxito, es válido preguntarnos qué significa el éxito, o al menos, qué significa el éxito para la PNL. Ser “tu mejor versión” es algo lo suficientemente abstracto para que todes podamos completar lo que mejor nos parezca ¿no? 

Sí, pero hasta ahí. Basta con leer a qué apuntan las terapias que propone la PNL para empezar a ver que esto no es tan libre albedrío como podríamos pensar. Cuando googleamos, por ejemplo, ‘PNL y alimentación’, las primeras notas ya nos marcan una dirección: “10 maneras de utilizar la PNL para adelgazar” o “Cómo perder peso con PNL” o “¿Por qué engordamos? Y las grandes mentiras sobre la alimentación”. Si vemos el teleseminario de PNL (acá uno en dos partes sobre los virus mentales I y II) o si simplemente vemos a sus gurús, descubrimos que ser pobre es, en oposición a tener dinero, un fracaso. Así, podemos ver como para la PNL el éxito se vincula con la delgadez (hablemos de gordo odio que en tiempos de cuarentena también corre) y el dinero. 

Houston, tenemos un problema. O, mejor dicho, dos.

El primero se vincula con los valores que la PNL equipara a “éxito”. Podríamos pensar que se trata de valores sociales generales y que la PNL simplemente ayudaría  a alcanzar lo que la sociedad impone (obviemos la incapacidad para ser mínimamente críticos con una sociedad que tiene tantas cosas para “mejorar”). Pero, como no podía ser de otra manera, la PNL va un poquito más allá. Al asociar estos valores con nuestro “instinto de supervivencia”, como lo hace en sus videos uno de sus gurús, Enrique Espino Maraví, los muestra como universales y ancestrales. Entonces, además de no ser crítica en sí, oculta el hecho de que se trata de concepciones culturales y sociales históricamente construidas. 

El segundo problema es que, si pudiéramos hacer modificaciones trabajando sobre los mapas mentales de las personas, todo quedaría en sus manos (o, incluso, peor que en sus manos, porque ya ni siquiera habría una materialidad limitante).  

¿Suena a meritocracia? Sí, bastante: desconoce no solo las diferencias individuales, sino también las diferencias estructurales.



Fuente: Gerardo Blanco

Volviendo a lo que nos compete, ¿qué de todo esto tiene asiento en la realidad desde los estudios en psicolingüística? Para empezar, ningún estudio en psicolingüística ni en neurolingüística jamás va a decirte que puede ayudarte con un tumor, tampoco puede hacer nada con esa alergia molesta que se te dispara todos los septiembres y menos que menos puede darte consejos de economía doméstica (estudiamos Letras, claramente no es algo en lo que estemos muy capacitades). Para eso, mejor, alguien que estudió Medicina, Contabilidad u otra cosa (ni siquiera sabemos quién podría ayudarte con las finanzas). Ahora bien, desde la psicolingüística, los estudios que se han abocado al desarrollo del lenguaje hablan de períodos sensibles para el desarrollo o adquisición (depende de la teoría desde la que estemos trabajando) de ciertas habilidades. Más allá de que también existen períodos sensibles para el desarrollo de habilidades motrices, aritméticas y demás, a la psicolingüística le importan aquellas vinculadas con el lenguaje, que además no son pocas. 

Para comprender y hablar una lengua debemos reconocer sus sonidos y distinguirlos de sonidos no lingüísticos. Muchos estudios parecen indicar que, a partir de estímulos intrauterinos, los embriones ya empiezan a volverse sensibles a los sonidos de la o las lenguas que se hablan en su entorno (si esto te interesa, acá hay un paper de Frontiers in Psychology). A los pocos meses de haber nacido, les bebés pueden reconocer los fonemas de su lengua, es decir, los sonidos que distinguen significado en su lengua y que son distintos de los sonidos que distinguen significado en otra lengua (ahora entendés por qué tantos chistes con hablantes de chinos confundiendo la r con la l; si te interesa el tema podés chusmear esta charla TED). Durante estos períodos sensibles —que también son difusos, pero un poquito menos— si les niñes no reciben una estimulación adecuada es factible que no puedan desarrollar sus habilidades lingüísticas de forma completa (sobran en la historia ejemplos de niñes salvajes o, más terrible aún, de niñes sometides y aislades por su propia familia y después obviamente explotades por la comunidad científica de turno). 

¿Y se puede reprogramar esto? Obviando el hecho de que no somos computadoras y no te pueden reprogramar, se puede educar. Sí. Se puede mejorar, mucho, pero el hecho de que sean períodos sensibles significa que pasado ese tiempo esto va a requerir de esfuerzo y trabajo consciente por parte del aprendiz e incluso algunas habilidades no podrán desarrollarse a nivel de experto (acá una explicación muy clara de Sebastián Lipina en términos del vínculo entre pobreza, desarrollo y cerebro). ¿Y desaparecen las conexiones que no uso porque no tuve estímulos durante ese período? Todo lo que se sabe hasta ahora es que no. No desaparecen, pero si comparamos la activación cerebral de une matemátique con la de una persona no-matemática cuando les presentamos estímulos numéricos, las zonas de activación no serán las mismas (acá hay un buen recorrido sobre este ejemplo). Aunque falta establecer la dirección de las causalidades (si sos crack en matemáticas porque tu cerebro ya vino seteado así o si se te acomodó el cerebro de tanto hacer matemáticas), todo parecería indicar que las neuronas simplemente se especializan en una u otra tarea —hasta tal punto que, aunque cueste creerlo, se encontró la neurona Jennifer Aniston

Conclusión: no se te van a morir neuronas porque no te enseñaron inglés desde los dos años. Sí, te va a costar más aprender la lengua si la empezaste a estudiar a los 12. Sí, es muy poco probable que suenes como un hablante nativo de inglés, pero igual si estudiás vas a aprender. No, nada de todo esto se puede resolver en 20 minutos, ni con susurros entre sueños.  

Pero ante todas estas noticias, ¿qué podemos hacer les lingüistas? 

Los conocimientos en lingüística pueden usarse en educación para, por ejemplo, pensar qué métodos de enseñanza son mejores para la enseñanza de una segunda lengua (L2) o para el aprendizaje de la lectoescritura (spoiler alert: método fonológico siempre).

Pero fuera del ámbito de la educación, en el ámbito de la salud, en el que la PNL dice tener tanto para aportar, ¿en qué lugar quedamos les lingüistas? 

En Argentina, les lingüistas carecemos de matrícula y, por ende, aun teniendo y acreditando un nivel de experticia en lenguaje —con todas las credenciales académicas que lo avalan— no podemos, por ejemplo, diagnosticar a une niñe con dislexia o trastorno específico del lenguaje. Tampoco podemos, por nuestra cuenta, llevar a cabo un tratamiento de rehabilitación a un paciente con afasia. Sin embargo, existe un área de la lingüística denominada precisamente lingüística clínica (el concepto fue acuñado por David Crystal en 1981) y acá viene precisamente lo interesante: aun reconociendo la existencia de la lingüística clínica, más allá del mayor o menor grado de desarrollo que el área pueda tener en cada país, la tarea de les lingüistas no consiste en diagnosticar ni rehabilitar. Volvemos a insistir: como decíamos en la entrega anterior, les lingüistas no curamos, sino que, a lo sumo, podemos describir los perfiles lingüísticos de personas con trastornos del lenguaje —adquiridos o del desarrollo— e intervenir en el diseño (y/o adaptación y validación) de instrumentos de evaluación e intervención

En este sentido, la lingüística clínica se nutre de los aportes de la lingüística teórica, y la propuesta es que les lingüistas integren equipos de los que también forman parte neuropsicólogues, neurólogues, neuropediatras, fonoaudiólogues, psicólogues, entre otres profesionales. En Argentina, la actuación de les lingüistas en el ámbito clínico se restringe en gran medida —aunque no es poca cosa— a la participación en equipos interdisciplinarios de investigación cuya finalidad es la producción de conocimiento acerca de las alteraciones del lenguaje en diversas poblaciones de pacientes. Así, en nuestro país se desarrollan trabajos de investigación sobre trastornos del lenguaje tanto en niñes (dislexia, TEL, entre otros) como en adultes con diferentes patologías (afasia, traumatismo encéfalo-craneano, lesionados del hemisferio derecho, esquizofrenia, epilepsia, Parkinson, demencias, entre otras). 

DECIME HACIA DÓNDE MIRÁS ¿Y TE DIRÉ CÓMO SOS?

De acuerdo con Bandler y Grindler (1979), se podrían identificar los sistemas de representación mediante la observación de los movimientos oculares. El lugar hacia el que se dirigen los ojos mientras hablamos sería un indicador del sistema de representación subyacente al que estaríamos accediendo. A estos indicadores se los denomina claves de acceso oculares: mirar hacia arriba, el centro o abajo daría cuenta del uso del sistema visual, auditivo o kinestésico, respectivamente. 

La naranja mecánica 

Yendo un poco más allá, les seguidores de la PNL han planteado que la observación de determinados movimientos de los ojos permitiría detectar mentiras. Seguro están pensando en esta famosa serie televisiva, ¿no es cierto? Mirar hacia arriba a la izquierda daría cuenta de que se está visualizando o accediendo a información almacenada en la memoria y, por ende, diciendo la verdad; en cambio, mirar a la derecha daría cuenta de la construcción de eventos falsos mientras se habla y esto delataría una mentira. Tal como ocurre con las afirmaciones de la PNL, prácticamente no se ha testeado la validez de estas afirmaciones. Una excepción estaría dada por una serie de experimentos (Wiseman et al. 2012) llevados a cabo con un diseño de grupo control y grupo experimental que… ¡adivinen! no encontraron evidencia a favor de este supuesto.

Fuente: O’Connor, J., & Seymour, J. (1995). Introducción a la programación neurolingüística. Ediciones Urano.

Sin embargo, la creencia de que podríamos detectar mentiras mediante la mirada está muy extendida en la cultura popular; pruebas de ello son una cantidad de series policiales en las que observamos interrogatorios a sospechosos y presunciones de detectives que se basan en el establecimiento de vínculos entre el comportamiento no verbal y el engaño e, incluso, el hecho de que una búsqueda rápida en Google arroje en español más de dos millones de resultados. Aunque la realidad, como se suele decir, supera la ficción, no dejamos de sorprendernos al descubrir que en manuales policiales y en procedimientos de capacitación empleados en contextos forenses se recurre a la detección de la mentira a partir de estos supuestos (Spiroiu 2018). Esto no quita que no existan ciertos patrones de comportamiento no verbal en las personas mentirosas. Un estudio mostró, en efecto, un patrón diferencial en los movimientos oculares durante una tarea de reconocimiento de rostros: frente a un rostro familiar o conocido, el patrón de fijaciones visuales difería respecto del que tenía lugar cuando un rostro se veía por primera vez, independientemente de si el participante decía la verdad o mentía sobre su familiaridad respecto del rostro que se le presentaba (Millen et al. 2016). 

¿Cómo se registraron los movimientos oculares en el estudio anterior? Acá viene lo interesante: no alcanza con la mera observación directa, como propone la PNL, sino que se utilizó un equipo de seguimiento ocular llamado eye tracker. Un eye tracker permite registrar con bastante precisión las posiciones de los ojos, mediante una cámara infrarroja, mientras se realiza una tarea cognitiva o simplemente se miran estímulos visuales en la pantalla de una computadora. 

¿Tecnológico? Sí.

Pero el futuro llegó hace rato. En los años 60, Alfred Yarbus había utilizado un dispositivo de seguimiento ocular un poco más rudimentario que le permitió mostrar que, ante un mismo objeto visual complejo —una pintura de Ilya Rapin, titulada The unexpected visitor—, las fijaciones visuales diferían en función del tipo de tarea cognitiva que se debía resolver. Hoy los dispositivos de eye tracking se utilizan no solo en ámbitos tan disímiles como el diagnóstico neuro-oftalmológico o el marketing y la publicidad, sino también en la investigación en el área de la Lingüística (en Argentina, podemos mencionar, por ejemplo, los trabajos de Fernández et al. 2013, Gattei et al. 2017, Nicenboim et al. 2014, Sevilla et al. 2014, entre otros).

El registro de los movimientos oculares es, en efecto, uno de los paradigmas experimentales que se utiliza en la psicolingüística para estudiar procesos implicados en la comprensión del lenguaje y, específicamente, para medir tiempos de lectura. Así como no decodificamos letra por letra —a menos que seamos personas en pleno proceso de alfabetización o adultes con alguna alteración específica en la lectura—, la técnica de movimientos oculares nos muestra que tampoco leemos absolutamente todas las palabras que componen un texto. Al leer un texto, las palabras funcionales (e.g., artículos) no suelen ser objeto de fijación visual. Y, aunque parezca contraintuitivo, los ojos no se mueven de modo lineal y continuo de izquierda a derecha, sino que se producen movimientos de regresión durante la lectura

Leelo en voz alta. Ahora volvé a leerlo palabra por palabra. Fuente: Diario del Dreigoz  

¿Sorprendides? Vean este video que promociona un equipo de eye tracking y nos muestra los movimientos oculares que tienen lugar durante la lectura de un texto por parte de una niña, primero en sueco (L1) y luego inglés (L2). ¿Parece increíble, no es cierto? 

Tan increíbles pueden resultar estos hallazgos al público no especializade como sorprenderle a une lingüista el uso del sintagma movimientos oculares en las propuestas de una disciplina que se arroga lo neurolingüístico como uno de sus atributos. En 1993, Juan Azcoaga, pionero de la neuropsicología latinoamericana, ya advertía sobre la expansión de la PNL: “la Neurolingüística es ajena e inocente del empleo que se hace de ella como adjetivo. La Neurolingüística es una entidad. No es un atributo de imaginarias (pero rentables) manipulaciones de incautos” (Azcoaga 1993).

NEURO ¿QUÉ?

Es importante, finalmente, establecer una diferencia entre los efectos de una propuesta y las evidencias en que esta se apoya. Que la PNL no se apoye en suposiciones empíricamente fundadas no significa que sus propuestas o técnicas no funcionen. No todo lo que carece de evidencia empírica necesariamente es malo. Lo que es irrefutable es el hecho de que los supuestos en que se basa la PNL no han sido validados, y es precisamente en este punto que la PNL se distancia de la ciencia en general y de la lingüística en particular.

Veamos un ejemplo: una propuesta para la enseñanza de la ortografía basada en la PNL se presenta como un atractivo programa de mejoramiento dirigido a docentes, cuya misión “será enseñar al alumnado auditivo, visual creativo y cinestésico a ‘ver’ las letras de las palabras en su mente” (Gabarró 2011). 

Otra vez, presuntos estilos de aprendizaje (sobre esto te contamos en la entrega anterior). 

Además, desde el título se promete que, con la implementación de la propuesta, es posible lograr hasta una reducción del 80% de los errores ortográficos de les estudiantes. Como no podía ser de otra manera, la propuesta no cuenta con un diseño experimental riguroso. Tanto los supuestos de base como los porcentajes de efectividad de la implementación del programa se apoyan en la experiencia personal y en las opiniones del autor. Haciendo los cambios necesarios, volvemos a las bases de la PNL: si una estrategia funciona en el ámbito A, entonces necesariamente funcionará en el ámbito B (por ejemplo, el educativo). Así, copiar las estrategias empleadas en una situación particular de enseñanza-aprendizaje aseguraría el éxito.

Una vez más: que esta propuesta no cuente con un diseño experimental riguroso no necesariamente implica que no funcione. ¿Cuántas decisiones, en efecto, tomamos les docentes en el aula a partir de nuestra propia experiencia y nuestras propias intuiciones o creencias pedagógicas? 

Seguramente muchas, pero no es lo que aquí discutimos. 

Discutimos, por el contrario, el disfraz científico de este tipo de propuestas. La lingüística —y la ciencia— no opera de esta manera. Por eso, nos preguntamos: ¿en qué modelos o supuestos se apoya esta propuesta para la enseñanza y eventual mejoramiento de la ortografía? ¿Hay evidencia empírica a favor de tales supuestos? ¿Con qué clase de constructos o pruebas se evalúa la efectividad de la propuesta? ¿Cómo podemos asegurarnos de que la mejora en las habilidades ortográficas de les estudiantes se deba a esta propuesta y no a otros factores o variables no controlados? ¿Se podría replicar esta experiencia? 

Fuente: yodoctor.es y maldita.es 

De manera análoga a las fake news, este tipo de propuestas requiere de una aproximación crítica. Es más fácil dudar cuando se cuenta con la formación y las herramientas necesarias para hacerlo; sin embargo, es cierto que a la comunidad no experta le cuesta aún más diferenciar entre lo que es ciencia y lo que es especulación (Bruer 2008). Es por eso que en registro coloquial (y no por eso menos riguroso) hemos querido caracterizar de manera correcta los términos propios de la PNL, relevar sus influencias literarias y explicar de qué manera las técnicas utilizadas presentan una serie de problemas tanto en la teoría como en la práctica.

En el contexto del auge de lo “neuro” en los últimos años, los supuestos de la programación neurolingüística integran el cúmulo de neuromitos que circulan y se multiplican con una tasa de propagación alarmante. Si un neuromito es una creencia difundida pero errónea que se construye cuando un dato empírico de las neurociencias es mal interpretado y extrapolado a otro ámbito, por ejemplo la educación (Howard-Jones 2014), entonces estamos ante un enorme desafío: la comunicación pública y la divulgación de la ciencia y, específicamente, de la lingüística

Desde la Red de Lingüistas en Formación, creemos estar dando un paso en ese sentido. 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Azcoaga, J. (1993). Neurolingüística: ¿sustantivo o adjetivo? Documento de la Asociación de Docencia e Investigaciones en Neuropsicología y Afasiología. URL: http://www.adinarosario.com/fotos/biblioteca/nlsuad7g.pdf 

Bandler, R. & Grinder, J. (1979). Frogs into Princes: Neuro Linguistic Programming. Moab, UT: Real People Press.

Bruer, J. T. (2008). In search of… brain-based education. En Fischer, K. W., & Immordino-Yang, M. H. (2007). The Jossey-Bass reader on the brain and learning. San Francisco: John Wiley & Sons.

Dilts, R. (2003). El poder de la palabra–PNL. Barcelona: Ediciones Urano. 

Espino Maraví, E. [De la Ignorancia Al Conocimiento] (06/01/2015). 40 TLS Eliminando los Virus Mentales con PNL parte 1 [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=MeFWUhPqmuE

Espino Maraví, E. [De la Ignorancia Al Conocimiento] (06/01/2015). 40 TLS Eliminando los Virus Mentales con PNL parte 2 [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=VVc-T6AAWgg&t=1723s

Fernández, G., Shalom, D. E., Kliegl, R., & Sigman, M. (2013). Eye movements during reading proverbs and regular sentences: the incoming word predictability effect. Language, Cognition and Neuroscience, 29(3), 260–273.

Gabarró, D. (2011). Dominar la ortografía. Cómo reducir las faltas de su alumnado hasta un 80% con PNL. Libro Teórico. Lleida: Boira Editorial.

Gattei, C. A., Sevilla, Y., Tabullo, Á. J., Wainselboim, A. J., París, L. A., & Shalom, D. E. (2017). Prominence in Spanish sentence comprehension: an eye-tracking study. Language, Cognition and Neuroscience, 33(5), 587–607.

Howard-Jones, P. A. (2014). Neuroscience and education: myths and messages. Nature Reviews Neuroscience, 15(12), 817-824.

Millen, A.E., Hope, L., Hillstrom, A.P. & Vrij, A. (2016). Tracking the truth: the effect of face familiarity on eye fixations during deception. The Quarterly Journal of Experimental Psychology, 70(5), 930-943. 

Nicenboim, B., Vasishth, S., Gattei, C., Sigman, M. & Kliegl, R. (2015). Working memory differences in long-distance dependency resolution. Frontiers in Psychology, 6. 

O’Connor, J., & Seymour, J. (1995). Introducción a la programación neurolingüística. Ediciones Urano.

Sevilla, Y., Maldonado, M., & Shalom, D. E. (2014). Pupillary dynamics reveal computational cost in sentence planning. Quarterly Journal of Experimental Psychology, 67(6), 1041–1052.

Spiroiu, F. (2018). The impact of beliefs concerning deception on perceptions of nonverbal behavior: implications for Neuro-Linguistic Programming-based lie detection. Journal of Police and Criminal Psychology, 33(3), 244–256.

Weissman, D. R. (2007). The Power of Infinite Love. London: Hay House, Inc.

Wiseman, R., Watt, C., ten Brinke, L. Porter, S., Couper, S.L. & Rankin, C. (2012). The eyes don’t have it: Lie detection and neuro-linguistic programming. PLoS-One. 7(7).

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